sábado, 10 de abril de 2010

Poemas de William Valle-Picón


Los ojos de rosa en el agua

Sentado en la raíz de un chilamate
Percibo el cantar de un güis.
El aullido de una sirena se aleja
Y yo veo los ojos inquietos de Rosa.

El viento se calma,
las hojas fijas del chilamate
y las nubes
se juntan a esta mujer en el agua de la piscina
y forman una sola imagen.



Espejo de agua

Si una garza sacudiera sus alas,
Si su ansiedad de extravagantes movimientos
Llegara a lo más susceptible del espejo, con todo
Y el verde en derredor
Y ella mirándose.
Ninguna sombra evitaría
al filo cristalino del agua,
caprichosos impulsos
de mujer vanidosa.


Epigrama

El trozo de papel lo dejé adrede
Junto al grifo.
Tenía las caderas redondas duras
Y las movía como las bailarinas.
Quería tocárselas, te decía,
Y vos leíste el papel
Y tus pómulos de manzanas se convirtieron
En enormes chimbombas infladas.
Y tus ojos negros ovalados con las largas pestañas,
Me parecieron de vaca asustada.
Me daba risa.

El viento pasó en caravana
Tiraste el papel frente a la puerta de mi casa
y te fuiste con el reparador de cocinas.

En ese trozo de papel envejecido
Hoy escribí unos versos contra la pobreza
Johanna.


Niños inhalando pega

En las calles del Mercado Oriental
Los niños corren y arrebatan una cartera.
Entran al féretro de la cárcel.

Pájaros prematuros que enseñan sus dientes.
Y cómo duelen estos retoños al tronco viejo,
para que caigan como livianas conchas
en el tramo vacío del mundo.

Ellos duermen apretados unos a otros y otros
A los suyos,
Y son bocados de una cámara tv.
Sus caras frescas, la sonrisa embadurnada de pega
De zapatos;
los ojos brillantes oscilando en círculos
se quedan en el fondo de un pozo.

¿De dónde, Dios, ellos sacan tanta fuerza?


Búsqueda

Me pierdo en pasillos sin salas
con la mirada en oscuras líneas de hormigas negras.
Oigo el canto de gallos desordenados
Confundiéndose con ruidos de carros y motos,
Hago adiciones contra el cansancio.

El aire camina su rumbo
y trae pláticas de vecindad,
Rumores de palabras mal dichas
y ruidos que se repiten diferentes,
el niño que lloraba ayer
hoy se está riendo.

Yo aquí en mi cuarto
entre imágenes difusas
como mezcla sedimentándose.

Y el silencio
en los ojos de bordes amarillentos del gato negro
viene a visitarme en la noche como un misterio,
y me encuentra como soy, como estoy, y no como debiera ser.



Cuartería

Por las rendijas de este cuarto
Asoman las cucarachas
Moviendo sus largos bigotes.
Hay aserrín en la cama
y en la ropa.
Los hilos de telaraña
Cuelgan como trapecios.
El techo sarroso tiene orificios
Por donde pasa la luz.
Hay polvo y alacranes en el ropero viejo.
Cuando llueve
El piso se hace charco
Y cada vez que vuelvo
Medito.
He salido muchas veces a la calle
Y he regresado siempre a este cuarto,
Como dice Leonel Rugama,
Con el dolor de ser culpable.



Crónica de un accidente

La carretera,
Como una serpiente de escamas brillantes
Bordea los cerros y los abismos.

Cogidos de las colas dos monos se besan.
El sol se inclina a comerse los colores de las ropas.

Un Land Rover boca arriba como moribundo,
La rueda izquierda delantera da vueltas.

En la carretera,
La mitad del brazo de una mujer,
En la muñeca el reloj marca las doce.


Paloma

Rojo el cuello
Atornasolado.
Altiva la manera de posarse sobre un alambre del teléfono,
Se balancea,
Mira.
Con ligera agilidad mueve sus ojos como los anillos d
Saturno.
Arisca, incrustado el presentimiento en los ojos.
Repentina la onda expansiva del disparo
Interrumpe sus vigorosos movimientos.

Era arisca. A las 5.50 p.m.,
Deliciosa.

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